La estación

Era el paseo esperado de los domingos. Ir a la estación a ver el tren.
¡Domingo! Y el andén estaba lleno
¡Domingo! Todo era caminar, correr por el sendero de paraísos, saludar,

Los chicos jugando en el molinete, corriendo por las vías, trepando entre carbonillas, hasta que a lo lejos se hacía oír el silbato del
trenTodo el andén, mejor dicho, toda la estación se convertía en un hormiguero. charlar, reír, convidar con pastillas y comer girasol.
Madres que buscaban sus gurises, los que viajaban, las valijas de cartón, sus paquetes, sus bolsos.
Los empleados haciendo sus maniobras, las señales, las luces…
¡Qué euforia! La llegada del tren. Todos mirábamos las ventanillas.
Algunos subían a los vagones y los recorrían para ver a los pasajeros y mandar algún mensaje…otros conversábamos con los viajeros asomados por las ventanillas o parados en los
estribos. Los curiosos no perdían detalles.
Era el ir y venir de la gente de cartel a cartel.
Y después el silencio…
El silbato a lo lejos como una despedida…
Por Erlinda Mercedes Godoy

Texto incluido en la Antología con motivo del Centenario de la ciudad de Maciá (1899-1999)
La foto
ilustrativa es del Flaco Za
bala