De los pequeños pueblos
Mirando el cielo,
el anciano piensa todos se han ido,
y este pueblito que en otros tiempos fuera un vergel,
no tiene más aquella alegría de los domingos,
quien sabe donde se la ha llevado el último tren.
La vida pasa sin detenerse, por el camino,
es tan distinto esperar ahora el atardecer,
se acuerda de antes cuando se iba con los amigos,
a ver las niñas engalanadas en el andén.
Ay, es tan cierto su recuerdo,
que hasta cree oír de pronto
que a lo lejos vuelve el tren,
La calesita dando vueltas
y sus hijos festejando de la mano de Raquel.
El tren traía, pero llevaba también la vida,
por eso entera se fue la vida con ese tren,
que aquella tarde pasó de largo,
dejando a todos engalanados
y sin visitas en el andén.
Las vías corren hoy silenciosas y sin destino,
la campanita no canta más al atardecer,
el pueblo ahora parece un niño que se ha perdido,
huérfano y triste, de soledad va muriéndose.
Ay, lo despierta suavemente,
con un beso breve y manso,
la ternura de Raquel.
Ay, deja el banco de la plaza
y de su brazo vuelve a casa,
ya ha empezado a anochecer.
La vida pasa sin detenerse por el camino.