Las marcas del tren



Por Héctor Kiko Monti (mansilla-expres-arte 28/12/09)

El sábado 19 de Diciembre hubo mucho alboroto mediático en Paraná debido a que nuevamente un tren entrerriano cruzaba la provincia de costa a costa. De Paraná a Concepción del Uruguay y viceversa pasando por 24 localidades y la crónica también decía que en nuestra provincia no había un tren de pasajeros desde hace 18 años.
El domingo 20 de Diciembre leo en el Diario de Paraná un escrito de Fabián Reato, hijo dilecto de Mansilla y joven escritor, titulado “Sobre vías y el tren de la historia” quien describe con precisión y sencillez, no exenta de vívida emoción, pinceladas maravillosas de lo que significaba el tren en nuestra niñez y en nuestro querido pueblo. De cómo, simples anécdotas, reflejaban todo un sentir alrededor del tren, la estación y sus vías. Luego vino la nada y otra fue la historia.
Pero este escrito hizo de disparador para muchas imágenes que tengo guardadas en mis recuerdos, porque el tren y Mansilla marcaron mi niñez y juventud para siempre y eso es lo que intentaré reflejar a partir de este momento.
Desde que tenía meses de vida, mi ida a Mansilla era en tren. Luego ya en la escuela primaria, cuando venían las vacaciones, mi mejor aventura era viajar en tren a visitar a mis abuelos y demás seres queridos. Y digo aventura porque en esos años viajar desde Paraná (hoy por ruta son apenas dos horas) significaba unas nueve horas de viaje. Cada viaje era como prepararme para ir a Europa, por decir un lugar lejano. Era un gran misterio lo de las distancias y a mi me parecía que Mansilla estaba lejos, muy lejos.
Tomábamos el tren que iba a Uruguay alrededor de las siete de la mañana y nos bajábamos en Rosario del Tala cerca del mediodía. Ahí esperábamos hasta las dos de la tarde y tomábamos el “lechero” del Ramal Tala – Gualeguay. La adrenalina se acrecentaba a medida que se acercaba Gobernador Mansilla.
El tren pasaba a unos cien metros de la casa de mis abuelos y ver a mi abuela Adelina parada en la esquina de su casa saludando era la primera postal que como niño atesoro con mucha emoción. Mi abuelo Enrique me esperaba en la estación y me llevaba a caballo, porque lo mas lindo era andar a caballo. Manso y cansino el andar del tobiano que tenía y que no recuerdo su nombre. Ya habían empezado mis vacaciones y mis días inolvidables en Mansilla.
Por el tren tengo una marca en la frente que la llevo por siempre, dado que cuando pasaba frente a la casa de mis abuelos, siempre salía ella a saludar a uno de sus sobrinos, que era guarda (el recordado Chochi Ruiz) y una vez ella tenía en sus manos unos tenedores que estaba lavando. Yo era chiquito que apenas llegaba a su cintura y una vez al darse vuelta, no me vió y sin querer me clavó las puntas de un tenedor en mi frente. Esa marca hoy, a más cincuenta años de esta anécdota, está incólume en mi frente. Y todo por el paso del tren.
Hoy conozco gente que nunca anduvo en tren y no saben la terapia que es. Viajar sin apuro disfrutando el paisaje del campo entrerriano invitan a valorar aún más nuestros recursos naturales. Las paradas en cada estación, el rito y las emociones de la llegada y despedida de los que viajaban, el jefe de estación con su pulcro uniforme y no se por qué siempre serio, el tañido de la campana y el silbato del guarda nunca se borrarán de mi memoria. Además el tren era todo un acontecimiento en cada pueblo y más de uno solo iba a hacer sociales y verlo pasar. Era el rato de actividad intensa que más de un pueblo tenía. Pasaba el tren y todo volvía a la tranquilidad. Así era la vida en los pueblos
Mi querido viejo – Pirungo – viajó muchos años en tren llevando la correspondencia, era el clásico Estafetero. Es decir que su misión durante varios años fue entregar en cada pueblo las cartas portadoras de noticias. El correo era el pulso de muchas vivencias para los habitantes de los pueblos chicos. Vaya si no era importante el paso del tren en aquellos años.
Cuántas historias tendrá cada uno relacionadas con el tren. Era el encuentro alegre de los estudiantes, era el viaje a las principales ciudades para atenderse con el doctor y/o hacer trámites, era el obligado viaje a visitar a los parientes, etc. Los ómnibus casi no existían
Incluso nosotros desde Mansilla, siendo jóvenes tomábamos el tren el sábado por la tarde para ir a bailar a Galarza e incluso subían amigas nuestras en la estación de Arroyo Clé. Volvíamos al otro día en el tren de la madrugada. Hermosos recuerdos de juventud. Quién nos “quitaba lo bailado” como se decía comúnmente. Y todo por el invalorable precio de disfrutar con nuestros amigos del alma teniendo al tren como cómplice de tantas vivencias compartidas.
Por eso ese escrito de Fabián potenció mis lejanos recuerdos. Por los años 77 hice unas imágenes relacionadas con el tren y se las entrego afectuosamente para complementar este modesto recuerdo, siempre con Mansilla como eje de mis primeros años de vida y con el tren y las vías como referente obligado cuando de viajar y disfrutar se trataba. Viejos amigos, salud !!!